miércoles, agosto 17

Centauro

De los bosques los pasos, entre árboles enredados. Tratando de olfatear el rastro de los senderos invisibles con esa nariz tan inocente, tan curiosa, ebria de olores de músicas y colores, claros de soles, y flores.
De los tumbos los azotes, los derrumbes y el empeño, ciego. Insiste, terco, en rocosas montañas escarpadas majestuosas y sabias allende las nubes y algún cielo, con esas patas que entre rocas se agrietan, se quiebran se parten como astillas secas, se olvidan del lenguaje de la tierra.
Se arrastra, se deja arrastrarse, se piensa  con ese estómago vulcánico de filosas fauces que deglute, se autoengulle. Un lento derretirse, devorando hambriento cuerpos, hambriento de almas. Abrevando sediento en los afluentes latentes, sediento de sed -sed de vida sed-.
Y cuando no mira la tierra cazando hambre, pescando sueños, comiendo deseos; apunta su flecha en horizonte y ciega los ojos y siega los corazones, de los hombres; y sus ojos incisivos, serrados: se cierran. Y ágil se esquiva y ligero, cuando se tienden los hilos del telar que se enredan se tensan destensan se enredan. Ágil, ligero.
Efímero. Ya nada sino la sombra del reflejo de un reflejo. Ya se olvidó.
A veces un planetario influjo, una noche plenilúnica, la sonrisa de unos ojos; palpitan en el latido de esos sueños. Le regalan, en susurros, un cálido aliento: un galopar  frente al sol, un resplandor, un respirar la montaña, un caminar en el agua. Un despertarse un fragmento de instante, un dialogarse, un preguntarse un responderse; un saberse.
Y en un momento, en ese momento, entre tanto girar girar frenético: un frío lúcido surcando las venas de los brazos, las manos, los dedos, al extenderse. Alcanzar el carcaj, elevar la mirada que nunca debió bajar, y apuntar más allá y aún más allá. Flecha dorada que despliega sus alas y penetra galaxias y penetra universos deleitándose, en la suprema música, del silencio.

domingo, agosto 7

Despertarse

Despertar, y darse cuenta está lloviendo. Piedras, montañas enteras. Despertarse, darse cuenta.
 Escombros gotas grises gritan, precipítanse: cráneo brazos, tórax piernas, densa cadencia de cadencias gritan, precipítanse, gotas grises. Brutales, desmenuzan, salpicando. Brutales, pulverizan, destrozando. Se desvanecen, brutales. Enterrado, bajo el polvo, el suelo apisonado que se expande, envuelve se alimenta. Fundición elemental, la fragua de la vida, que envuelve que disgrega que pierde, la araña se alimenta en su telaraña y teje, y teje, y teje, y las almas, como moscas en sus redes se pierden y suspiran profundo se suspiran.
Suspirarse entre los poros de la tierra, respirar, respirar con ella. Suspirar sin caerse lágrimas de vuelo perdido, suspirarse aliento de dragón y elevarse, ser libre, jugar, con cada hoja cada hoja, de los árboles; errar por los desiertos de laberintos de tormentas de arena, desiertos; girar girar en cada vértice, cada hélice, cada instante, para siempre. Alienando… envolviendo… atrapado encerrado sin fronteras ¡¿Qué prisión más severa que sin barreras?! Suspirarse, derrotado, meciendo los brotes de césped de los jardines, de los parques, de los campos. Suspirarse avasallado, acribillado por un aluvión de negras refulgentes flechas profanas: miradas sin alas, palabras incoloras, lluvia que no moja. Y llorar.
 Llorarse agua; destrozarse en cada roca pétrea roca, de cada cada cascada; gotearse lenta, paciente, delicada insistente, insaciable permanente, incisivamente, incisiva mente; descubrir, cada ínfima fina fibra, surcando el aire cantando, la música del río la lluvia el mar, y cantando reirse agua. Mecer, en sutil vaivén, alegremente, la piel del océano, confundiéndose. Ser un arroyo risueño de la primavera y silbar melodías entre las pequeñas piedras, con los primeros trinos y rayos de la sepultura de la noche, aúricas flechas que ahora alumbran el cielo y nutren la tierra, con su fuego.
Cantando, cantando danzarse  luego fuego: cada gota ígnea gota de vino ardiendo como cada estrella del universo; cada hirviente gota de sudor entre dos cuerpos cual luna y sol dibujando horizontes, al atardecer. Ser un corazón latiendo, un corazón de verdad latiendo, una hoguera abrasando abrazando figuras en el aire, una danza abrazando abrasando figuras en la tierra. Fundirse, confundirse en una lluvia, un horizonte, un eclipse, una lágrima resbalando por  una mejilla, un amanecer que sonríe y acaricia. Ser una risa a carcajadas entre espadas y venenos, ser un sol, inmolarse, prenderse fuego prender ese fuego.