miércoles, mayo 18

Otredad

Otra vez estaba pasando, está vez ni siquiera logró percibir los indicios, de pronto estaba ahí, y ni la más remota idea cómo.
Otra vez estaba pasando, una cabellera larga, muy larga, hasta la cintura, ondeando con un sutil vaivén hipnótico, lucía luceros lucientes, que tejían redes etéreas en el aire y atrapaban desamparadas e indefensas sonrisas perdidas. Unas botas color tierra que se sucedían una, tras otra, tras otra, como si fuera un viaje continuo de eones y eones, perfectamente sincronizadas, un paso elegante con algo de frenesí, talvez, o desesperación talvez. Una cartera negra con adornitos de metal a modo de estrellas, bastante grande, ese minimundo que otros minimundos gustan llevar para sentirse preparadas para cualquier inclemencia de este otro minimundo, un poco mas grande, ese que solemos llamar simplemente ‘’mundo’’.
Celular en mano, cabeza inclinada, voz aún inaudible, imposible reconocer el timbre. Unos pasos más y la tierra que tiembla, cataclismo, las baldosas que se separan, que son islas, el sonido de la tapa del celular como un trueno, y el huracán que se acerca, bailoteando como quien no quiere la cosa, enmascarando su furia brutal. Unos dos o tres pasitos más...
Uno, respirar profundo. Dos, controlar el pulso. Tres, no es, ¡oh la paz, la verde pradera!, los edificios no se van a desplomar, acaba de pasar, otra vez.

En cada cuadra te veo dos, te veo tres. Te veo cinco veces y vuelta otra vez. Apocalipsis, colapso, cataclismo, y el respiro, y la angustia, la angustia y la angustia la.
Por allá un timbre de voz, más allá una postura, mas acá unos cuadernos tiernamente abrazados, un miradita tímida y tierna por debajo del flequillo, un gesto nervioso de acomodarse el pelo con tres dedos hacia tras, y acariciar las puntas suavecito, más cosas más, demás reflejos, mundo de  extraños espejos, y mi odio, las detesta, por imitarte, las odia, cada minuto, segundo cada, instante.
Y que por qué no voy a buscarte, si sé donde encontrarte, tan fácil, tan sencillo como suena, y aún así, tan imposible. Tan imposible tan. Mi mundo tiene esas pequeñas reglas (pequeñas rígidas barreras) que inventan esos pequeños sentidos de las cosas, y no me gusta romperlas, por eso, los días en que tu sonrisa se acerca, levitando perfumada con el viento, endulzando sutilmente los senderos, y mis ojos en tus ojos, esos ojos, esos ojos!, yo corro, atrás de los árboles, cuando hay. Y que corro, y corro más, para que no me alcance, ese suspiro, de alegría de. Poder contemplar, para siempre, como viaja, como baila y canta, y se pierde, inocente, entre senderos sin luna y amaneceres sin sol. Y ese olor a dulce de agonía mojado, y ese dolor de apatía encarnado: ese incienso perfuma los vaivenes del péndulo, en momentos, pequeños momentos, eternos. Un dulce canto de amapolas que adormece el pulso, lentamente, los impulsos los. Ojos tras la ventana, mojada, mojados por la lluvia de gotas, grises gotas la lluvia la. Angustia la. Pena de las nubes que errabundas se alejan, se alejan, se van se, pierden, inocentes, en los senderos de luna, en el amanecer del sol del, cruel tirano, que sus flechas, todas, perforan, todo; incendiando, ardiendo, incinerando, todo. - Vida,  más vida! Más!. Cruel déspota; muy crueles, las flechas que atraviesan que, desgarran las sombras las, alas que suspiran nostalgia de paisajes perdidos de, ojos tras la ventana, mojada, mojados, llorando, la lluvia de grises gotas la lluvia. Y, acurrucados, en  rincones de sombras heridas, aún suspiran, la nostalgia la, impotencia de péndulo, yendo y viniendo, en momentos, pequeños momentos, eternos.

 ¿Es que nadie, acaso nadie, disfruta del vértigo de la incertidumbre, nadie alberga en su corazón la posibilidad de atisbar un utópico ápice de lo imposible? No, tiene que ser casual, y esto es todo un desafío para alguien que no cree en la casualidad, pero que aún así sale a la calle y la busca, y sus rodillas ahora son pararrayos, temerosos y, repletos de pánico. Y la busca. Busca la.
 Por eso prefiero buscarte en lugares donde sé que jamás de los jamases; en el parque a las tres de la mañana, cerca de los patos que duermen bajo un árbol al abrigo de fragancias putrefactas, donde senderos se entrelazan, esquivar la mirada de un par de putas y hacer como si nada y seguir caminando, atento, siempre atento; por las calles de los barrios más renombrados no precisamente por su cálida hospitalidad, rechazando ofertas de marihuana y cocaína, o a veces no, y entrar a algún tugurio y sentirse fuera de lugar, y esperar, observando minuciosamente cada persona, y no, que obviamente que, no estás no; o cruzando el río y caminar, y perderse voluntariamente, para sentir el miedo de no saber cómo volver, recorriendo calles y calles, cada vez más despobladas, a paso lento y firme, y lento, y pesado, y lento, y lento sentir, como, sangran, los pies los, oídos al borde del colapso de una implosión sonora, en, dolorosos, compases, hasta, no ver, ni sentir, un alma, en cientos, de metros, a la redonda, redonda, y, gritar gritar, profundamente, desgarrando la angustia de tu ausencia, y seguir, caminando, seguir, hasta que por azar, empiezo a reconocer: árboles senderos  casas y todas la precauciones posibles porque el peligro es inminente es, latente, solo tres cuadras, o cuatro... y ahí, ahí sí ahí, las puertas que liberan, una horda de bestias salvajes y que soy aire que, soy viento que, cruzo las veredas atestadas como sombra etérea sombra, apenas rozando el suelo, con los ojos en blanco transpirando pánico sintiendo un nudo en la garganta y mi pulso luchando por hacer entrar la llave en la cerradura, y que poné música bien fuerte que engañate que no escuches que al rincón, con las luces apagadas, no sin antes dirigir una pavorosa miradita hacia la ventana ver un corte de pelo y sepultarme bajo las sábanas. Acurrucado, en  esquinas de sombras heridas que aún suspiran la nostalgia la, impotencia de péndulo que, yendo y viniendo, en momentos, pequeños momentos, eternos, contemplando, para siempre, como viaja, como baila y canta, se pierde, inocente.

Y que AARRRRRRGGGGGGHHH MATAR DESTRUIR SEPULTAR!!, y que pucho, otro pucho en nebulosas de humo y más humo, que vino, que humo que, se desvanece en el aire y que no alcanza, media botella de ginebra y ahora el mundo es el edén es, lo que necesita uno para estar... ‘’bien’’. Y que ahora soy un rey, que un emperador aguerrido, que guerrero altivo me encamino, a la ventana, y contemplo y escruto, a mis anchas a, el río. Pasa, pasa el río el, y no te veo, y quiero verte te. Corro a la terraza y contemplo la nostalgia de paisajes perdidos de, ojos tras la ventana, mojada, mojados, llorando, la lluvia de grises gotas la lluvia la angustia la, ventana y, no te veo, y quiero verte. Bajo a la calle, tambaleándome, tropezando, puteando, aterrorizando, los obstáculos, que me miran, indulgentes... pobres imbéciles. Y que no te veo, y que quiero verte!
Una, dos, tres cuadras. Uno, dos, tres edificios. Un dos tres, cuatro, cinco, seis, siete pisos. Y A. Alfa, A. 3B. Que toc, que toc, que toc, y que bajón de presión, y el alcohol que se evaporó, y el horror, el horror! Oh el horrorr!!; uno, dos, tres, pasos hacia la puerta, un lento girar mecánico metálico, lento, y el horror el horror!! Oh el horrorr!!!. La mochila, que donde está, que no lo encuentro que se corre la trabita de la puerta que se parte en mil el techo que tiembla la tierra, cataclismo, que donde está, que la puerta, que tengo miedo que el metal... está frío, ondeando con un sutil vaivén hipnótico, lucía luceros lucientes, que tejían redes etéreas en el aire atrapando tu sonrisa, desamparada e indefensa sonrisa perdida. Cálida, dulce y cálida la, espesa lava el, magma que desconconstruye, a, cada, paso, lento, y firme, y lento, y pesado, y lento, y lento sentir, como sangran, los pies los, ojos las, manos tiemblan se sacuden paredes y montañas, con violencia, y disidencia: quieren derrumbarse; quieren destruir y sepultar quieren reír quieren llorar quieren destruir y sepultar quieren odiar quieren amar quieren destruir y sepultar. Quieren matar, quieren destruir, y sepultar. Quieren nacer, y destruir, y sepultar los. Ojos que miran, hasta, no ver, ni, sentir ni, un alma, en cientos de metros, a la redonda, redonda, y gritar profundamente desgarrado la angustia de tu presencia en mi ausencia, y seguir, que ya no tengo miedo que el filo... está frío, y canta lindo, mientras hiende, decidido, que ese ¡hola ff.. que ya no tengo, más frío, que resbala por mi antebrazo, cálida, dulce y cálida lava, fuego dulce fuego, y esos ojos que, esos ojos... esos ojos!!!